sábado, 27 de julio de 2013

Isabel I de Castilla. Una mujer del Renacimiento (Monólogo)



ISABEL LA CATÓLICA
Nací en Madrigal de las Altas Torres, Ávila, en primavera, menos mal, por que por aquellas tierras en invierno hace un frio que pela. La verdad es que era muy mona, rubia, blanca y con los ojos azules, eso por mi abuela, Catalina de Lancaster que era inglesa. La verdad es que la infancia y la juventud muy fácil no la tuve, en parte porque mi madre Isabel de Portugal, estaba un poco “pallá” ya sabéis un poco ida y mi hermano que era un flojo, no había manera de que metiera en cintura a la nobleza, ni que tampoco cuidase a su mujer, para lo único que ponía empeño era para mangonearme, buscándome  marido :- Ahora te casas con este,  ahora con el otro; menos mal que alguno tuvo el buen acierto de morirse por el camino, porque ¡ menudos ejemplares¡, aunque no creáis, más de una vez me negué en redondo con las consecuencias que os podéis imaginar.

La verdad es que a mi quien me gustaba era Fernando de Aragón pero no nos lo pusieron nada fácil, ni mi hermano, ni los nobles, ni el Papa, pero al fin y después de muchos “atragantones”, correos para aquí y para allá y algunas escapadas lo conseguimos, eso sí, casándonos de tapadillo.

Mi hermano que se murió con la fama de Cornelio, porque decían que su hija Juana no era tal, y que a la pobre le pusieron el mote de La Beltraneja, en función de supuesto padre, dejo montado un lío de mucho cuidado, así que visto lo visto, algunos nobles decidieron apoyarme para que yo fuera reina, y a mi que lo de mandar me gustaba lo mío, pues nada a reinar.

Así que gobernamos entonces en Castilla y más tarde también en Aragón, que no veáis el trajín que me traía todo el día de aquí para allá, celebrando cortes en los dos reinos, por lo que a mis hijos podía parirlos en cualquier sitio. La verdad es que yo tenía carácter y mi marido, también era bastante testarudo, no en balde era baturro, pero logramos ponernos de acuerdo en lo fundamental, por aquello del “tanto monta…”Creo yo que lo hicimos bastante bien; empezamos sometiendo a los nobles, sobre todo los castellanos que no llevaban con dignidad el gobierno de una mujer, pero era cuestión de demostrar que una si, que una era mujer, pero que los tenía bien puestos

Nos metimos en el berenjenal de Granada, porque era el único territorio que quedaba en manos de los moros, y no era plan, así que nos pusimos a ello con mis ejércitos y la inestimable colaboración, como diría la ahora princesa de Asturias, de mi Capitán Fernando Fernández de Córdoba, que aparte de valiente y “grande” era otro cabezón de mucho cuidado, y el rey de Granada la verdad es que nos dió mucha guerra a pesar de lo que decían de él, que como muy allá no era, o sea que también era otro flojo, por lo menos eso fue lo que dijo su madre, que digo yo que lo conocería bien. Fue entonces cuando nació la leyenda de que no me cambiaba la camisa, eso vamos ahora ha dejarlo claro, yo podía ser la muy católica majestad, que lo era, pero de eso a ser una guarra…Lo que ocurre es que en mis reinos habitualmente hacía un frío que pelaba y a ver quién es el guapo que se pone a hacer lavatorios alegremente en el Castillo de la Mota o en el Alcazar en invierno, con las corrientes de aire que había, así que, en lo de lavarse, lo justito., como todo el mundo.

En realidad, conquistada Granada  a mi se me había quedado algo pequeño el territorio, por lo que cuando conocí a Colón y me explicó su proyecto de ir por el mundo me pareció estupendo, y ahí nace de nuevo la leyenda de que pagué el viaje con mis joyas, tampoco hubiera sido nada raro teniendo en cuenta que en España andábamos siempre sin una gorda y por lo que se ve la tradición se mantiene y seguimos a la cuarta pregunta.

Cierto es que yo lo de reinar me lo tomé muy en serio, y procuré educar a mis hijos para que hicieran lo propio, pero la verdad es que no tuvieron mucha suerte, los que no se me murieron lo pasaron muy mal, fijaros en mi hija Catalina, guapa y preparada se casó con el mujeriego de Enrique octavo al que sus mujeres no le duraban una crónica, o sea un telediario vamos, y que les voy a contar de mi pobrecita Juana, que hizo lo propio con otro Casanova que le puso cuernos hasta en la toca y claro se me paso de rosca la pobrecita. La única que se salvo de la quema fue María, que fue reina de Portugal y además salió la coneja de la familia, pues parió diez hijos.

Poco más puedo contaros, que intenté cumplir con mi deber y lo hice lo mejor que pude, intenté dar buenas leyes para mis súbditos incluidos los de las Indias a los que quería que consideraran iguales, ya sé que me acusan de intransigente con los judíos y con los moros pero ya saben, la iglesia pesaba mucho.

En cuanto a la cultura, me gustaba mucho leer y decían de mi que era muy culta para la época, y mi biblioteca un ejemplo; aunque ya sabemos que a las mujeres siempre nos han querido tontas, yo procuré estar a la altura y por lo tanto ya mayor decidí estudiar latín para compartir las tareas diplomáticas a igual nivel que el rey y para ello llame a la corte a la mujer mas culta de la época, Beatriz Galindo, La Latina, a la que más tarde convertí en mi consejera y que me han dicho que luego conoceréis ; eduqué a mis hijos e hijas por igual con la ayuda de  preceptores. Durante mi reinado fui una defensora y protectora decidida de la educación de las mujeres, creando una escuela y gracias a eso  algunas lograron incluso  impartir clase en la Universidad.

 Ahora perdónenme, Vuesas mercedes, debo dejaros, la artritis y esta larga y dolorosa enfermedad como dicen ahora me está matando, os dejo en la compañía de otra gran mujer: Beatriz Galindo, mi consejera.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario